viernes, 9 de julio de 2010

"Han pagado 30.000 dólares por un beso mío. Créanme, lo vale"







Harto de pasar por decenas de castings en los que al final siempre cogían al famoso, había decidido renunciar a ser actor. Y justo entonces lo llamaron para interpretar a Edward Cullen, el protagonista de Crepúsculo. En tres años se ha convertido en el joven actor más sexy, más influyente, más rico... Él dice que todo eso le da risa. Y se ríe mucho más de lo esperado en un vampiro.


La planta 14 del hotel Four Seasons de Los Ángeles está tomada por guardaespaldas, periodistas y una legión de publicistas que revolotean de un lado a otro con un pinganillo en la oreja y un walkie-talkie en la mano. Se respira más tensión de lo habitual en estos encuentros con la prensa. La razón es sencilla: la estrella más incandescente de Hollywood está a unos pocos metros. Entramos en su suite cuando el anterior periodista se levanta de la silla. Casi de forma mecánica, Robert Pattinson despide a uno y tiende educadamente la mano para saludar al recién llegado. Ni cinco segundos de descanso. Así lleva dos años. Exactamente desde que se convirtió en Edward Cullen, el vampiro que salió del teclado de Stephenie Meyer –un ama de casa de Arizona con vocación literaria– y se convirtió en fenómeno editorial. A punto de tirar la toalla de la interpretación, este londinense de 24 años pasó de secundario ramplón en una de las películas de Harry Potter a conseguir un papel por el que compitieron 3.000 actores y que lo ha convertido en el histérico objeto de deseo de adolescentes, treintañeras y hasta mujeres talluditas. Eclipse, ahora en los cines, es la tercera película de la saga y el clímax de la pasión entre el vampiro y una adolescente mortal, Bella, interpretada por Kristen Stewart. No es el arquetipo de metrosexual... ni falta que le hace. Luce una simplona camiseta azul metida por dentro del vaquero y está visiblemente cansado. Mientras habla, se toca compulsivamente su archifamosa mata de pelo en un tic de tímido incurable que acompaña con una sonrisa. Ha domesticado un suave acento inglés y hace uso y abuso de las onomatopeyas y de los cambios de entonación. Así fue la entrevista con el `vampiro´.


XLSemanal. En medio de la locura colectiva que lo rodea, ¿es capaz de analizar lo que le está pasando?
Robert Pattinson. Para mí es difícil reflexionar sobre esta experiencia con cierta perspectiva. Todo ha ocurrido muy rápido. Explotó como una especie de supernova. Creo que tendrán que pasar diez años para que pueda procesarlo.
XL. ¿Entiende la devoción que despierta entre los fans cuando se mira en el espejo?
R.P. Nunca lo he entendido, la verdad. Todo lo que tiene que ver con la saga lo etiqueto como `trabajo´. Así tengo dos vidas: la de Crepúsculo y la otra, que es una realidad paralela. El otro día vi la película que inicia la saga por primera vez. No soporto verme en la pantalla. Mientras la veía, dejé de reconocerme en el papel y por un segundo fui capaz de entender lo que la gente ve en la historia. Fue extraño, porque cuando la estaba rodando traté de ser muy intenso, siempre con la misma idea en la cabeza: «No quiero hacer una peli de adolescentes. ¡Puag!». Y cuando por fin la vi, me pareció dulce y tierna. «Por fin lo pillo», pensé. Hay algo muy genuino en esta historia.

XL. Reconoce que le costó mucho encajar la fama. ¿Lo lleva mejor ahora?
R.P. Al principio tuve muchos problemas porque intentaba hacer las mismas cosas que cuando no era famoso. Vas al bar de siempre y, de pronto, todo es diferente, imposible. Ayer iba en coche por Los Ángeles de camino a una entrevista. Pasé por un garito al que solía ir antes y empecé a lamentarme: «Ya no puedo ir allí... No puedo hacer nada, bla, bla, bla...». Un día, te hartas y dices: «Esta noche salgo. No voy a permitir que nadie arruine mi vida». Pero se organiza tal lío que acabas entrando en razón: «¿Sabes qué? Mejor me quedo en casa viendo la tele» [risas]. Me paso tres meses encerrado, se me olvida y vuelvo a intentarlo.

XL. ¿Es fácil asumir una vida de encierro?
R.P. Hay días buenos y otros malos y me gustaría no dejarme llevar por el pánico tan a menudo, pero, en general, he sabido separar mi vida profesional de la privada y creo que todo esto no ha afectado demasiado a mi ego; aunque la verdad es que paso muchísimo tiempo escondiéndome.

XL. Vampiros y licántropos aparte, ésta es una historia de adolescentes inadaptados. ¿Alguna vez perteneció a ese grupo?
R.P. Por supuesto. A esa edad trataba de concentrarme en los aspectos de mi personalidad en los que no te identificas con nadie y nadie se identifica contigo. Y te sientes solo y desamparado. Y eso me encantaba. No lo he vuelto a experimentar.

XL. ¿Nunca se siente solo ahora?
R.P. No. Estoy tan ocupado que, básicamente, ya no pienso en nada. Funciono automáticamente: «¿Qué es lo siguiente?» [usa un tono grave de voz e irónico]. De vez en cuando, me gustaría estar solo, sentirme como un auténtico solitario. Sería un gran alivio.

XL. Antes de hacerse con este papel, estuvo a punto de dejar la interpretación...
R.P. Estaba haciendo música en Londres y me sentía cansado y enfadado. Entras en una dinámica extraña en la que siempre estás haciendo castings, estás a punto de conseguir el papel, pasas cinco cribas y al final contratan a un actor famoso. Genial [risas]. Y si te pasa eso durante dos años seguidos, dices: «Se acabó. ¡Si yo ni siquiera quería ser actor!». Además, si te pasas todo el día haciendo audiciones y nunca consigues el papel, no eres un actor. Llega un punto en el que tienes que pensar en un plan alternativo.

XL. ¿Y cuál era ese plan?
R.P. Creo que hubiese ido a la universidad y hubiera intentado conseguir un trabajo decente [risas].



XL. Hay quien ha pagado 30.000 dólares en una subasta por un beso suyo...
R.P. Los vale, créame [risas]. Creo que la situación más loca que he vivido en ese sentido fue en Alemania el año pasado. Estábamos promocionando Luna nueva y montaron un evento en el Estadio Olímpico de Múnich. Había 35.000 personas llenando el campo. Y Kristen [Stewart], Taylor [Lautner] y yo subimos al escenario sin saber qué hacer mientras los 35.000 gritaban enloquecidos. Cogí el micrófono y dije: «Hola» [entona una voz tontorrona]. Y eso era básicamente todo lo que se esperaba de nosotros. Aquélla fue una de las experiencias más extrañas de mi vida. Estaban idolatrándonos por estar ahí de pie, sin hacer absolutamente nada.

XL. Dice la revista Time que es una de las cien personas más poderosas del mundo. ¿Siente que tiene ese tipo de influencia en sus manos?
R.P. Nada de eso es real. Lo único que es verdaderamente poderoso en este mundo son las cantidades obscenas de dinero que mueve. La gente con poder real es propietaria de una compañía de acero o algo parecido. ¡Mi único poder es estar en las revistas de cotilleo! [risas]. Bueno, me hacen entrevistas y se publican y supongo que eso es un tipo de poder, pero nunca he entendido cómo manejarlo. Yo sólo quiero hacer películas. Estar en esas listas no tiene ninguna importancia. Sé que suena cursi, pero creo que lo único que importa es mantenerse fiel a uno mismo.

XL. También encabeza la lista de los más sexys...
R.P. Me da la risa. Además, el año que viene habrá otro tío en esa lista. El otro día estaba volviendo del gimnasio y, de pronto, me di cuenta de que no sólo llevaba un chándal de segunda mano y las zapatillas rotas, sino que me había puesto unos calcetines negros de esos que se llevan con traje para ir a la oficina. Creo que eso anula mi posición en la lista de los más sexys y de los mejor vestidos a la vez.



XL. ¿Cuál es la historia más absurda que ha leído sobre sí mismo?
R.P. Que yo era el actor mejor vestido. Cualquiera que haya dicho eso desde luego no me ha visto con ese chándal...

XL. Aún tiene que rodar las dos entregas de Amanecer. ¿Tiene prisa por recuperar su vida y dedicarse a otras cosas?
R.P. Mi vida ha cambiado, pero no siento que tenga que recuperar nada. Sería agradable poder andar por la calle sin estar preocupado por quién me estará siguiendo, pero no creo que eso vaya a cambiar hasta dentro de unos años. Sí me preocupa cómo afectará a mi carrera. Ahora, me resulta fácil conseguir papeles fuera de la saga y hacer lo que quiero. Con suerte, eso seguirá ocurriendo durante un tiempo. Estas películas son una red de seguridad maravillosa. Mientras estés haciendo dinero con una cosa, siempre habrá alguien que piense que podrás hacerle ganar pasta con otra. Y con suerte seguirás recibiendo ofertas.

XL. Antes de ser famoso, encarnó a Dalí en una producción independiente. ¿Cómo fue la experiencia?
R.P. Era un proyecto muy pequeñito. Al principio iba a encarnar a Lorca. Luego, el proyecto se estancó y parecía que jamás se haría. Una semana antes de rodar, me llamaron para preguntarme: «¿Quieres ser Dalí?». Llegó en un momento en que yo ya había decidido que no quería ser actor. Sólo quería pasar tres meses en Barcelona. Fue la primera vez que realmente investigaba para un papel y sentía que era importante no cagarla. Luego, el resultado fue el que fue, pero sentí algo intenso durante aquel rodaje. Cuanto más leía sobre Dalí, más me apasionaba el personaje. Ese papel cambió la forma en la que entiendo la interpretación.

XL. En las entrevistas suele echar mano de su sentido del humor, aunque a veces eso ha provocado malentendidos; como cuando dijo en broma que no se duchaba. ¿Dice lo primero que se le pasa por la cabeza?
R.P. Sí, creo que lo hace mucho más fácil. Nunca he entendido lo que tenía que decir en las entrevistas. Veo cómo los periodistas pasan apuros por sacar algo bueno de mí. Cuando haces una entrevista para promocionar una película, es imposible ganar. El tío nunca sale de aquí diciendo: «¡Guau! Este tío es increíble». Por eso, trato de hacerlo lo más ligero posible. Si tratas de ser gracioso, con un poco de suerte la gente no se tomará todo lo que dices en serio y no te tendrás que disculpar luego.

XL. Ahora que conoce las entrañas de este negocio, ¿qué piensa de la industria de Hollywood?
R.P. Por mucho que se diga que es una industria llena de falsedad, la gente aquí es real y, de hecho, hace películas, no se pasa la vida hablando. Hay tanta gilipollez por ahí. En cambio, me encanta ir a reuniones en Los Ángeles. No es como escuchar las idioteces de un tío que te cuenta su proyecto en la barra de un bar. Aquí las ideas se materializan. A pesar de que la economía está como está, todavía hay gente que te dice: «Me gusta esta idea. Vamos a hacerla». Eso es lo más excitante de este negocio.

XL. ¿Y cuál es la mayor decepción?
R.P. Lo peor es que las ideas que consiguen la luz verde, generalmente son las peores ideas de la historia [risas]. El problema es que el objetivo casi siempre es el mismo: hacer dinero. Es comprensible, claro, pero resulta frustrante que sólo quieran hacer una película porque se parece a esa otra que nos hizo ganar mucha pasta. ¡Hagamos otra exactamente igual!

XL. Encadena una película con otra. ¿No puede permitirse un parón ahora?
R.P. No siento que lo necesite. Además, este trabajo no es nada duro, ni por lo más remoto.


Entrevista de XL Semanal por Ixone Díaz Landaluce.

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